Una boda de sangre

Durante toda mi vida, me habían criado con dos conceptos muy claros: los vampiros son dioses oscuros, sin alma, ni emociones, que no soportan la luz del sol; y los vampiros ven a los humanos como comida, y nada más. Bien, pues sólo llevo dos meses aquí, en el Palacio Oscuro, y lo único cierto de estas afirmaciones es que morirían si se exponen a la luz del sol. Sufren, se alegran, no son tan poderosos como pueden parecer, y se preocupan más de la raza humana que de nosotros mismos. No quería creerlo, porque sentía que traicionaba a mi especie, si sentía alguna simpatía por estos seres, pero hoy no podré seguir negando la existencia: los vampiros pueden amarnos, de corazón.

Es decir, no con ver esta realidad, menos turbia de lo que parecía a simple vista, vaya a creer que una relación, entre vampiros y humanos, vaya a ser lo más fácil del mundo. Pero no es del todo imposible, a eso me refiero. Y sólo necesité contemplar una boda para poder darme cuenta. La del vampiro Vlad, y mi amiga en este lugar, Ada.

Primer error resuelto: una Boda de Sangre no era exclusivo de vampiros; de hecho, fue exactamente como la que tenemos los humanos. Había un sacerdote, un libro negro, y las velas que simbolizaban el amor, y nada de orgías con cadáveres humanos. Segundo error resuelto: vampiros y humanos no podían estar casados; si se podía, sólo que, además de que no se daba con frecuencia, había una condición, y ese era el de que el humano, en algún punto del matrimonio, debía convertirse. Ada escogió su noche de bodas, pero por una razón que va más allá del amor. Ella estaba enferma, tiene toda la pinta de ser un virus interno, y quería arriesgarse a una conversión, porque le aterraba morir.

– Ada, aunque no te lo creas, creo que te comprendo que quieras evitar la muerte– dije, mientras Vlad y Dante preparaban la habitación, todo un honor, teniendo en cuenta que el segundo es el rey.

– Viniendo de ti, es todo un logro– dijo Ada, intentando no parecer asustada, y agradecida.

– ¿Pero por qué le pides al rey que te transforme? Tú marido es Vlad– dije, intentando comprenderla, mientras notaba su tensión.

– Es un proceso doloroso, tortuoso, del que posiblemente no salga. No quiere hacerlo más difícil a su marido– explicó Dante, antes de que Ada tosiera, de forma alarmante– Empecemos ya, a saber, cuánto tiempo aguantará.

– Mi amor, estaremos al otro lado. Sobrevivirás seguro– dijo Vlad angustiado, mientras Dante nos arrastraba hasta el pasillo.

– Lilia, que nadie venga. Y vigila a Vlad, temo que se desmorone, e intente entrar– comentó, susurrándomelo en el oído, antes de cerrar la puerta.

            Y allí me vi, en un pasillo lúgubre, sin saber la suerte que correrá mi amiga, y con su marido, tan angustiado, que me inspiraba una profunda pena. Este vampiro era el menos emocional del Palacio, pero cundo lo lograba expresar, era el más sincero de todos. Por ello, me limite a quedarme a su lado, dispuesta a darle un abrazo, o a no hacer nada, si eso era lo que quería. Y así estuvimos durante casi tres horas, esperando a que se abriera la puerta. Dante, imaginando que podríamos tardar más de la cuenta, cogió una bandeja del banquete, y me puso comida. Yo me ofrecí a darle sangre a Vlad, aunque no fuera su bebedora, pero sólo se limitó a vigilar la puerta, tan quieto, que yo ya no sabía si se había vuelto estatua o no. Sólo cuando Dante salió, vi algo de reacción en su cuerpo.

– ¿Y bien?– se limitó a preguntar, intentando escudriñar la expresión de su rostro.

– Lilia, será mejor que nos vayamos– dijo, ofreciéndome su mano, como el caballeroso monarca que es.

– Ayyy dios, ¿por qué?– expresé asustada, antes de ver la sonrisa triunfal de Dante.

– ¡Porque Vlad debe celebrar la noche de bodas con su esposa!– dijo, guiñándole un ojo a Vlad, y antes de coger a Lilia de la mano– Salid del Palacio, la noche está hermosa.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Las mejores villanas de VeroWorld

Novios literarios (leidos en libros o visto en sus adaptaciones)