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Mostrando entradas de octubre, 2020

El castigo de Tántalo (relato modificado)

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  Durante varios días, Tántalo, el rey de Frigia, había estado frenético en su palacio. Su padre, el legendario Zeus, había aceptado su invitación a cenar en su reino, y al menos Hermes y Deméter confirmaron, aunque no se descartaba que los demás también vinieran. Había cometido demasiados errores, como revelar secretos del Monte Olimpo, robar la ambrosía de los dioses, y ocultar un mastín de oro, que perteneció a su abuela. Se creía con ese derecho, ya que no dejaba de tener sangre divina, pero era consciente de que los dioses no lo tendrían en cuenta, al menos sin una compensación. – Majestad, ¡este es el último estofado que podemos preparar! No hay más carne– dijo el cocinero, tapándose los brazos por miedo. – ¡NO ES SUFICIENTE!– gritó Tántalo, antes de golpear al cocinero con una vara– Creo que nadie me entiende, ¡vienen los dioses! No podré darles una bazofia como esta. – Mi señor, no sé qué animal puedo usar– dijo el cocinero, llorando por su herida en la mejilla– Y sólo

La inmortalidad de Balder

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Dahlia, junto con Loki y sus dos hijos, ya llevaban una semana en Asgard. No era habitual una estancia tan prolongada, y menos para alguien originario de Midgard, pero en esta ocasión, era el propio Odín quien solicitaba su presencia, y no el azar o el caprichoso destino. Quería calmar a una preocupada Frigg, haciendo jurar a toda criatura, viviente o inerte, que no dañarían, ni podrían matar a Balder. Ella lo vio como una forma de agradecerle por todo lo que había hecho por su vida, y sus niños, harían caso a su madre. Loki, sin embargo, le había sentado como una patada en el estómago, pero por no perjudicar a su familia, claudicó. Tras haber hecho aquel juramento, en nombre de los seres humanos de Midgard, la mitad de Asgard querían que Dahlia prolongara su estancia. Todavía se sentían en deuda por su proeza en Svartálfaheim, y, además, sentían curiosidad por cómo eran los mellizos, siendo tan mestizos. Por ello, Freya, sin necesidad de que se incumpliera ningún juramento, organiz

Las flechas de Eros

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Lugubria ya había llegado a un punto, en el que, hasta el dios más desagradable de todos, sintió pena de ella. Sus palabras, sus miradas, sus pensamientos; iban dirigid a s a un solo dios: Ares. Nadie se hubiera preocupado tanto de aquella devoción, que con una simple intervención habría bastado, para hacerle cambiar de parecer, si no fuera porque había unas cuestiones alarmantes: que ese “amor” por el dios de la guerra era por una flecha de Eros, y que incluso empezó a tener lagunas de memoria, que iban en aumento, que no estuviera su dios predilecto. Pero t ras un intenso interrogatorio en el propio Inframundo, en el que hicieron que el dios del amor se meara por el miedo, Hades comprobó la verdad de su estúpida acción: fue cosa de Zeus, que intentando desesperadamente alejarla de él, o de Poseidón, le pidió a este que disparara una de sus flechas, y que se enamorara del primero de los dioses que viera. Pero estas no se habían usado, desde que los griegos dejaron de adorarlos, y d

la bienvenida de los gigantes

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Dahlia no se avergonzó por los sentimientos que tuvo en esos momentos: un pánico que le ponía los pelos de punta. Es decir, si aún siguiera en Midgard, y su hermano no hubiera desaparecido, puede que hubiera dado media vuelta, en una situación parecida, pero sólo para coger sus flechas, y atravesar a su enemigo sin piedad. Sin embargo, estaba en Jötunheim, en busca de información sobre el lobo secuestra-niños, en compañía de un bravucón que atrae rayos, y un embaucador, del que nunca conoces la intención. Vale, Thor era honrado, y se alegró de que se comprometiera a ayudarla, pero su odio a los gigantes era palpable , y no hacía falta ser muy suspicaz para saber que eso no era bueno . Y con Loki, sólo empeoraba las cosas . – Loki, sabes que sólo conozco una manera de hablar con estos engendros– dijo Thor, toqueteando su martillo, de forma amenazante, delante del castillo principal a Utgard. – Vamos cariño, ¡creí que te parecía guapo!– dijo Loki burlón, poniendo la paciencia de