El amor de Freyja

 


Dahlia, desde que vio que se había ganado la estima de gran Freyja, se había preguntado una pregunta interesante: ¿la diosa del amor tenía a alguien, por el que daría su corazón sin titubear? Y si la respuesta era si ¿Quién podría ser? Y ya que había rescatado a su hermano, de los elfos oscuros, y se quedarían en Asgard unos días, se podía permitir ese lujo. Había imaginado a humanos, aesires, vanires, enanos, elfos (su promiscuidad era legendaria), pero cuando vio la realidad, no pudo evitar sentir asco, al menos inicialmente. También frustración, ya que Loki se lo había insinuado, y por una vez, no estaba mintiendo. Alguien con el que comparte hasta la fecha de nacimiento, fueron sus palabras exactas.

Y sólo podía ser uno, en todo el Yggdrasil.

¡¡¡Su hermano gemelo, el dios Freyr!!!

Al no poder disimular su horror, creyó que vería el lado oscuro de su diosa, y que volvería a Helheim, pero para quedarse. Pero cuando ella echó a su hermano, y se quedaron solas, Dahlia vio algo, que no creyó que Freyja pudiera transmitir: pánico. Tampoco era raro, porque, hasta para los dioses, el incesto era impensable. No digamos los humanos de Midgard.

– Bueno, di lo que estés pensando. Tu silencio está poniéndome de los nervios– dijo, intentando parecer dura.

– ¿Lo tuyo con Freyr es amor, o una muestra de poder muy enfermiza?– preguntó, entre los millones que tenía en su cabeza, temeros de su reacción.

– Amor. Me ha costado miles de año admitirlo, y a Freyr, pero si, es amor– dijo ella, cayendo en su asiento, derrotada.

– Has yacido con todos los seres del Yggdrasil, ¿y cómo…?– preguntó, antes de caer en la cuenta de una posible razón– Habías intentado olvidarlo.

– Nunca he querido perderlo, pero yo sé que está mal. Soy poderosa, pero no soy ingenua– dijo, algo aliviada al ver que el horror de Dahlia disminuía.

– Bueno, si te parece bien, podrías contarme como empezó todo, y así podría intentar entender– dijo, siendo bastante diplomática.

– Te agradezco que guardes tus acusaciones hasta el final– dijo, sin hacerse muchas ilusiones de una bendición.

         Dahlia no replicó ante sus palabras, y que, en el fondo, sabía que tenía razón. Además, su relación, ya fuera una fructífera alianza, o una bonita amistad, serían transparentes, completamente sincera. Además, no podía ignora que una diosa, una vanir, nada menos, se estaba tomando la molestia de excusarse.

           Y así, durante casi un par de horas, Freyja le explicó su historia, desde su infancia, hasta ese momento en el que se encontraban hablando. Como, a pesar de que le parecían, de forma idílica, la relación que tuvieron sus padres, procuraba interesarse por otros seres, sin mucho éxito que digamos. Por haceros un resumen, a pesar de matrimonios, numerosos amantes, poder cosechado poder, y adoptar las costumbres de los aesir, había tenido claro una cosa: ella no recibía órdenes de nadie, adoptaba las costumbres que quería, y que su corazón era suyo y de Freyr.

             Dahlia, de vez en cuando, había hecho alguna pregunta, para poder comprender algunas partes, y así supo que, si bien estaba casada, era un matrimonio de pega, para mantener a raya a los demás dioses; y que nunca yacía con nadie, si ya lo hacía con su hermano. cuando Freyja había acabado con su historia, nuestra querida mortal, ya había forjado una opinión más sólida de su aliada.

– Mira, si de verdad quieres que sea sincera, te diré que jamás podría concebir ese amor entre dos hermanos– dijo ella, temblando de horror por la idea.

– Bueno, eso era de esperar– dijo Freyja, creyendo que tendría que ponerse temible.

– Ahora bien, eso es amor verdadero, y sólo por eso, y porque no dejáis de ser vanires, cuentas con mi silencio, y mi apoyo se mantiene– dijo, con la mano en el corazón.

            Freyja le conmovió tanto sus palabras, porque era consciente de que, en el corazón de la mortal, había suficiente amor para aceptarla. Amor, no temor, por lo que así, de una situación incómoda, ambas se convirtieron en amigas.

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